Colombia es un país afortunado por su posición geográfica y la diversidad de aromas, sabores, colores y formas que toma entre el continente suramericano. Muy en el fondo, existe un país que ha logrado desenvolverse tanto en la política como en la economía adquiriendo un estructurado perfil y convirtiéndose en interesante foco de discusión en los temas más importante del mundo.
Cuenta con unos índices de vida favorables, si lo comparamos con otros países, sin embargo, se ha dejado salpicar por modelos económicos y políticos que a la larga son factores determinantes en el desarrollo y la transformación de sus ciudadanos pero que en definidas cuentas no han logrado consolidar un desarrollo inclusivo y participativo donde sus integrantes se sientan satisfechos y se animen a trabajar solidariamente por el bienestar colectivo.
El paso de los años ha ido imponiendo nuevos retos, pero también ha dejado una reflexión: viviendo es cuando se aprende a vivir, a pesar de los sacrificios que muchas veces se tengan que hacer. Y así se ha presentado nuestra historia, entre grandes descubrimientos culturales, ecológicos y minerales, y la pérdida parcial de la identidad, el aumento de especies en vía de extinción y la descomunal extracción de los recursos de la tierra.
No se puede tolerar semejante situación de desastre y desarrollo en contra vía que a la larga acarrea grandes necesidades y la muerte paulatina del planeta. Max Neeff lo llama “el mundo en rumbo de colisión” y lo justifica con las cifras de hambre que afectan a más de cien mil personas en el mundo mientras los gobiernos inyectan el dinero en los bancos: “Vivimos en un mundo acostumbrado a que nunca hay suficiente para los que no tienen nada”. Max Neeff.
Por fortuna, hoy en día son muchas las voces que se unen en contra para rechazar tal situación y están generando conciencia de la importancia que exista un modelo de desarrollo legítimo que articule y se preocupe por el tipo de vida que tienen las personas y la manera de acceder y participar de la abundancia universal.
Habría que decir también que existen unos aparatos causantes de éste desastre, las locomotoras minero energéticas y agrícolas que tienen como objetivo hacer que el capitalismo siga expandiéndose, prolongando un modelo de desarrollo y aseverando que América Latina se tiene que desarrollar; en éste cruce surge la idea que la tierra y los recursos naturales son la clave del desarrollo y donde los gobiernos lo van proclamando como el futuro, como si el precio del desarrollo fuera la explotación.
Es una estrategia completamente destructiva, por eso cada vez hay más convergencia de grupos sociales para rechazar este tipo de modelo económico que no es racional. Frente a esto debemos mencionar a la teórica de la comunicación María Cecilia Múnera quien propone una resignificación del desarrollo partiendo de unas potencialidades a unas finalidades, satisfaciendo las necesidades y donde el ser humano se comprende como objetivo del desarrollo – el desarrollo para el ser humano – y también como sujeto colectivo de desarrollo.
Lo local como ejercicio de reconocimiento y protección
De camino a la que hubiera podido ser la capital del Oriente Antioqueño y paso obligado para llegar a la capital de los Colombianos, por una carretera que después de muchos esfuerzos hoy se encuentra en buenas condiciones, para un país moderno, como lo proclama el gobierno de Santos en las vallas ubicadas a un lado de la carretera donde figura el presupuesto, el contratista y el tiempo de duración de las obras; justo después de cruzar el río de Tasajo para empezar la empinada subida – en toda la cima – luego de atravesar una roca chorreante de agua fresca y cristalina, está el municipio de Sonsón a una altura de 2.475 m.s.n.m., rodeado de exquisitas montañas de verdes esmeralda que contrastan con un cielo azul profundo. Allí donde pareciera que el tiempo se detuvo habita una población pujante y emprendedora cargada de raíces y tradiciones antioqueñas.
Sonsón, en el suroriente del departamento, es una perla preciosa rica en recursos naturales que constituyen en buena parte su reserva económica. Hace algunos años se convirtió en el centro proveedor de la colonización hacia el sur del país y en centro comercial y financiero destacado en la región Antioqueña posibilitando su integración con las demás regiones del departamento.
Tiene una extensa zona de páramo, y un biodiverso bosque pluvial que privilegia la zona, donde abundan importantes especies de fauna y flora únicas en el mundo. Allí nacen ríos y quebradas, los cuales desembocan en el río Magdalena. La agricultura es uno de los pilares fundamentales de la economía pues en estas tierras retoñan verdes pastos y una gran variedad de tubérculos que suplen la canasta familiar a gran parte de la población.
El Páramo de Sonsón hace parte de la Cordillera Central, es una importante reserva ecológica y una zona con gran potencial de recursos naturales para el Oriente Antioqueño:
“Posee una asociación bioclimática única, con comunidades vegetales típicas de ambientes paramunos y ambientes nublados. Los bosques naturales albergan poblaciones de especies vegetales de gran importancia en términos económicos, y una gran diversidad de orquídeas con especies aparentemente nuevas, según registros del departamento de Antioquia y del país. Alberga poblaciones de especies animales en peligro de extinción y típicas de la fauna andina. El filo de la cordillera del páramo es divisorio de aguas en las cuencas del río Magdalena y el río Cauca, las cuales corresponden a dos de las principales hoyas de la hidrografía nacional. Posee elevaciones que sobrepasan los 3000 metros sobre el nivel del mar conteniendo interesantes miradores naturales. Posee una red de caminos de valor histórico. El Páramo constituye una importante zona productora de agua, que permite abastecer los acueductos urbanos y rurales de los municipios de Argelia, Nariño y Sonsón. Por otro lado aprovechando las condiciones topográficas y la riqueza de dicho recurso es factible localizar microcentrales y minicentrales eléctricas”. Lectura Pedagógica y Didáctica del Territorio. PRODEPAZ.
No muy lejos, pero por falta de la adecuación y pavimentación de la carretera, a una hora y media del casco urbano de Sonsón está fundado el municipio de Nariño. Una vía por donde crecen incontrolablemente árboles frutales en medio del rastrojo: caña, café, cacao, guayaba, aguacate, guanaba, plátano y yuca, por mencionar algunos. El desarrollo ha atravesado todo un sistema montañoso para dejar florecer una comunidad donde sus habitantes contagian a los visitantes con su cordialidad, alegría y orgullo de vivir en el mejor y más grande balcón que tiene el departamento.
Desde allí, los ojos se quedan intrépidos mirando al horizonte dibujado con las siluetas que forman un gran número de montañas y que en su espesor albergan más especies, numerosas plantas exóticas y donde las nubes danzan de pico en pico, junto a las aves que revolotean propagando aires de libertad y de grandeza.
Nariño a una altura de 1.650 m.s.n.m. avanza entre la exploración de su territorio y el descubrimiento de grandes riquezas minerales, protegido por una cadena montañosa que se desprende de El Páramo, ubicado en la Cordillera Central y que lo abastece de extensas riquezas naturales.
Aproximadamente a 20 kilómetros de la cabecera municipal, en la vereda Puente Linda se encuentra otro de los tesoros que tiene la región: los Termales del Espíritu Santo, aguas minerales provenientes del Nevado del Ruiz y que al entrar en contacto con el cuerpo humano mejoran el desempeño y el equilibrio de las funciones orgánicas.
Pero hay más, el lugar se encuentra a unos 650 m.s.n.m. con un clima caliente, presenta un ambiente húmedo con presencia de bosque virgen y diversidad de vegetación, flora y fauna propia de un cañón de río, con una zona montañosa bastante escarpada y un suelo rocoso con un cubrimiento vegetal de poco espesor pero de gran extensión.
Sumado a esto, con el rugir de sus aguas el río Samaná, límite de Antioquia con Caldas, baja delimitando su territorio a pesar de la disminución de su cauce y es otro atractivo turístico por sus zonas explayadas donde propios y visitantes se refrescan de los días calurosos y del característico clima caliente. Además de esto, los múltiples saltos, cascadas, quebradas, senderos ecológicos y montañas vuelven a la zona potencial ecoturístico y cultural.
Finalmente, son muchas razones para decir que la subregión páramo con sus cuatro municipio Sonsón, Abejorral, Argelia y Nariño, son ahora el foco de atención para las “locomotoras minero energéticas y agrícolas” que van de región en región extrayendo los recursos, acabando con el ecosistema y dejando a los campesinos más pobres, y que “obedecen a dos situaciones fundamentales que existen hoy en día, tanto en el país como en el mundo, a nivel mundial la necesidad del sistema neoliberal por materias primas”, como lo señala Arturo Escobar en su libro El Final del Salvaje.
Específicamente en esta zona suroriental, por estar tan apartada de la autoridad departamental, es aprovechada por personas de otros lugares para hacer exploraciones mineras, fenómeno que ha tomado fuerza en el país y el cual, ha sido más el daño ambiental que ha ocasionado, que las mismas riquezas que ha generado. Y en la vereda Puente Linda, junto a la orilla del río Samaná, ya se empieza a ver un entramado de máquinas excavadoras y personas forasteras que tranquilamente afirman trabajar en una mina.
Surge entonces una preocupante cuestión: ¿acaso estas personas que están haciendo dichas exploraciones cuentan con las respectivas licencias?
Conviene sin embargo advertir que aún hay tiempo para ser conscientes de la gran riqueza que tienen los pueblos y evitar que grandes multinacionales se apropien de lo que nunca ha sido de ellos. Por fortuna, a falta de gobierno, los líderes campesinos han manifestado en la Mesa de Derechos Humanos del Oriente Antioqueño que son orgullosamente agrodecendientes y que no van a permitir que extraños se roben los recursos naturales, porque su mayor interés es la permanencia y defensa del territorio y sus reservas naturales.