3. ¿Y quién eres tú para temerle a otro hombre mortal (Is. 51, 12), que hoy existe y mañana desaparece? Teme a Dios y no te asustará lo que hagan los hombres. ¿Qué te puede hacer un mortal con palabras e injurias? Más se perjudica a sí mismo que a ti y no podrá, sea quien fuere, escapar del juicio de Dios. Tu ten la mirada fija en el Señor y no te opongas a él con disputas vanas (2 Tim. 2, 14).
Si te parece que por el momento estás sucumbiendo y sufriendo una humillación que no mereciste, no te enojes por eso ni hagas algo que pueda disminuir tu victoria por faltarte la paciencia. Sino mírame a mí en el cielo, a mí que puedo arrancar al hombre de toda humillación y de cualquier injusticia, dando a cada uno el pago según sus obras (Mt. 16, 27; Rom. 2, 6).
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.