4. Pero tú, que dominas la soberbia del mar y reprimes la hinchazón de sus olas (Sal. 88, 10), levántate y ayúdame (Sal. 43, 24); dispersa a los pueblos que aman la guerra (Sal. 67, 31); con tu poder ahuyéntalos y abátelos (Sal. 58, 12).
Muéstrame, te lo ruego, tus obras maravillosas para que sea glorificado tu poder, porque no tengo otra esperanza ni otro refugio sino en ti, Señor, Dios mío.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.