4. ¿En qué consiste, entonces, Señor?
5. En ofrecerte de todo corazón a la divina voluntad, sin buscar tu interés en lo poco ni en lo mucho, ni en lo temporal ni en lo eterno. De manera que, con igual cara y, pesándolo todo con una misma balanza, puedas dar gracias a Dios tanto en las cosas prósperas como en las adversas.
Cuando seas tan fuerte y magnánimo en la esperanza que, privado del consuelo interior, aún esté preparado tu corazón para aguantar penas mayores y protestes diciendo que no deberías padecer tales y tantas cosas, sino que me consideras por justo y me alabas por santo en todo lo que yo dispongo, entonces cree que andas por el recto y verdadero camino de la paz y podrás tener la segura esperanza de estar jubiloso un día ante mi presencia.
Y si llegas al perfecto menosprecio de ti mismo, entonces sabrás que gozarás de paz tan abundante como sólo es posible a tu condición de peregrino sobre esta tierra.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.