1.En todo tu obrar ten siempre presente el fin y cómo comparecerás ante el juez supremo a quien nada es oculto y que no se ablanda con regalos ni admite excusas sino que sentenciará según su justicia (cfr. Is. 11,4).
¡Miserable y pobre pecador! Tu que aveces te achicas frente a un hombre de cara enojada, ¿Qué responderás a Dios que conoce perfectamente todas tus malas obras? ¿Por qué no te preparas para el día del juicio, para ese día en el cual no habrá quien te defienda o interceda por ti porque cada cual tendrá bastante que hacer con su propia carga?
Solamente ahora tu trabajo es meritorio, sólo ahora tu llanto es aceptable, tu gemido escuchado y tu arrepentimiento satisfactorio y purificador.
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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.